Y apoyarte en el aquí y ahora, soltar exigencias y fluir con lo que ocurre.
Y dejar que un movimiento traiga otro, y que ese movimiento traiga otro… Y así hasta que lo que más soy, lo que más sé, sale hacia fuera, se muestra. Y se abre, y se aligera, y se deja llegar al espacio exterior, a las otras personas, al grupo.
Suele ocurrirme a veces que al terminar la sesión de Movimiento Expresivo no supiera muy bien qué ha pasado, cómo ha sido el devenir de la sesión, qué proceso “mágico” se ha dado para que se desarrollara como se ha desarrollado. Observo cómo cada cual se ha mostrado y expresado en lo que es y cómo entre todas hemos construido algo compartido. Y, normalmente, sonrío.
Es hermoso ser y expresarlo. Hacerlo en grupo, además, genera una vibración poderosa y compartida. Y en cada sesión sucede de una manera distinta.
Es valioso e importante preparar la propuesta, escoger las músicas, prestar atención a cómo está el grupo y a mi manera de estar. Y luego está lo que el propio cuerpo (y su movimiento) trae y genera. Todo lo que él sabe sin que tú sepas. Lo que sabes sin saber.
Imagen de Pete Linforth en Pixabay